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Enclavado en el Principado de Asturias, justo al otro lado del río Eo, que marca la frontera con Galicia, se encuentra el encantador municipio de Castropol, a solo 130 kilómetros de Oviedo y muy cerca de Ribadeo, Castropol es un rincón costero que combina a la perfección historia, cultura y naturaleza en un solo lugar. Fundado como un antiguo castro, el pueblo ha sido habitado desde tiempos remotos por la tribu galaica de los egobarros, que residían en la ribera del río Eo, dentro de la división romana de los lucenses. A lo largo de los siglos, Castropol ha sido testigo de numerosos eventos históricos y ha sabido mantener su esencia a pesar de las adversidades.
La historia de Castropol es rica y diversa, comenzando con su papel como un importante centro durante la Edad Media, cuando los monasterios locales adquirieron gran poder, aunque también enfrentaron disputas con la región de Lugo. Fue en el siglo XIII cuando el rey Alfonso VII resolvió estas tensiones, cediendo las tierras gallegas al obispo de Lugo y las zonas entre el Eo y el Navia a Oviedo. El siglo XVI marcó un triste episodio en la historia de Castropol cuando un devastador incendio arrasó gran parte de la villa en 1587, dejando solo la Capilla de Santa María del Campo en pie. Este edificio, reconstruido en el siglo XVIII, sigue siendo el más antiguo de la villa y conserva elementos de su fundación original de 1461.
El siglo XIX trajo consigo la invasión francesa y la reubicación de la Junta Superior de Asturias en Castropol, convirtiéndolo en un centro crucial durante la Guerra de Independencia. El pueblo, a pesar de las dificultades, continuó prosperando y preservando su herencia cultural. Durante este tiempo, un regimiento local, compuesto exclusivamente por habitantes de Castropol, destacó en la lucha contra Napoleón, lo que demuestra el valor y el espíritu indomable de sus habitantes.
Hoy en día, Castropol sigue deslumbrando a los visitantes con su belleza y encanto inigualables, preservando un aire de sofisticación y tradición que fascina a quienes llegan a sus tierras. Uno de los primeros lugares que debemos visitar es el majestuoso Palacio del Marqués de Santa Cruz, también conocido como la Casa de Campo o el Palacio de Sanjurjo Montenegro. Este elegante edificio del siglo XVII, con su imponente arquitectura barroca en forma de U, se alza con dignidad sobre un promontorio, ofreciendo unas vistas panorámicas espectaculares de la ría del Eo. Su fachada de piedra está adornada con detalles ornamentales que reflejan el esplendor de la época, y su interior, cuidadosamente restaurado, alberga espacios decorados con un refinado estilo que remonta a los visitantes a tiempos de grandeza aristocrática. El palacio no solo destaca por su belleza exterior, sino también por su conexión con la historia local, siendo testigo de los cambios que han marcado la evolución de Castropol a lo largo de los siglos.
Continuamos nuestra ruta hacia el impresionante Palacio de las Cuatro Torres, un edificio que data de finales del siglo XVIII y que se distingue por sus cuatro torres distintivas que se alzan con elegancia sobre la ciudad. Este palacio es un ejemplo destacado del estilo clásico de la época, con una estructura simétrica que refleja la perfección de la arquitectura neoclásica. Las torres, con sus detalles decorativos y sus techos puntiagudos, le confieren un aire majestuoso y grandioso que no pasa desapercibido. El Palacio de las Cuatro Torres fue construido por una familia influyente de la región, y su diseño arquitectónico muestra la riqueza y el poder que caracterizaban a sus antiguos propietarios. Al igual que el Palacio del Marqués de Santa Cruz, el Palacio de las Cuatro Torres ha sido cuidadosamente conservado, permitiendo a los visitantes apreciar la sofisticación de la época y el legado histórico que aún perdura en cada rincón.
Estos palacios no solo representan la riqueza histórica y arquitectónica de Castropol, sino que también son puntos de partida perfectos para explorar el resto de este encantador municipio. Al pasear por sus calles, uno puede sentir la atmósfera de épocas pasadas, inmortalizada en la arquitectura y el paisaje que rodea estos magníficos edificios. La combinación de historia, belleza y cultura hace que Castropol sea un destino inolvidable para aquellos que buscan sumergirse en la esencia de la región y disfrutar de un viaje que va más allá de lo convencional.
La Capilla de Santa María del Campo, el edificio más antiguo de Castropol, nos transporta a tiempos medievales con su arquitectura sencilla y su historia de supervivencia al incendio de 1587. En el Parque Vicente Loriente, encontramos un monumento dedicado a Fernando Villaamil, un destacado militar e ingeniero naval cuya figura fue fundamental para la villa y su región. Además, el Casino de Castropol, fundado en 1922 y famoso por albergar la primera biblioteca pública de Asturias, es un edificio de estilo indiano que refleja la riqueza cultural y la historia del lugar.
No podemos olvidar Villa Rosita, una joya histórica situada en la Plaza del Cruzadero que cautiva con su encantadora apariencia y su rica historia. Esta casa, construida en el siglo XVI y reformada en el siglo XVIII, se distingue por su elegante torre adornada con gárgolas que vigilan el entorno con un aire de enigmático encanto. La forma en L de Villa Rosita y sus detalles arquitectónicos reflejan una mezcla de estilos y épocas, creando un edificio que cuenta la historia de las transformaciones y adaptaciones a lo largo del tiempo. La torre, con sus gárgolas esculpidas, añade un toque de misterio y distinción, sugiriendo las historias y leyendas que podrían haberse tejido en torno a esta residencia a lo largo de los siglos. Al caminar por la Plaza del Cruzadero, es imposible no dejarse cautivar por la presencia imponente de Villa Rosita, un testimonio de la rica herencia arquitectónica de Castropol.
En la misma plaza, se erige el Monumento al Pueblo Ejemplar, un tributo que celebra el reconocimiento de Castropol como un modelo de calidad y contribución a la cultura y la comunidad. Este monumento, que conmemora el prestigioso galardón recibido en 1997, se alza con dignidad como símbolo del orgullo y la dedicación de sus habitantes. La estructura del monumento es una pieza central en la Plaza del Cruzadero, capturando la esencia del reconocimiento y el honor que Castropol ha ganado a lo largo de los años. Este reconocimiento no solo destaca la belleza y la historia del pueblo, sino también la colaboración y el esfuerzo de sus residentes para mantener y promover su legado cultural y comunitario.
Finalmente, el Palacio de los Montenegro, construido a finales del siglo XV, añade un toque de misterio y exclusividad a nuestra visita. Este palacio, con su torre sencilla pero elegante, sigue siendo una residencia privada, lo que le confiere un aura de privacidad y secreto. Su fachada discreta contrasta con la riqueza de su historia, y aunque el acceso al interior está restringido, su presencia imponente en la Plaza del Cruzadero añade una capa adicional de fascinación a la exploración de Castropol. El Palacio de los Montenegro, con su legado histórico y su estado actual, es un recordatorio de la continuidad y la evolución de la aristocracia local, invitando a los visitantes a imaginar los tiempos pasados y la vida en el pasado noble de la región.
La belleza natural de Castropol complementa perfectamente su riqueza histórica. La Ría del Eo, una Reserva Natural, es un oasis para los amantes de la naturaleza y ofrece una variedad de actividades como paseos en barco, pesca, deportes acuáticos y avistamiento de aves. Las bateas de cultivo de ostras y el puerto de Figueras, con su acogedor puerto deportivo y astillero, son testigos de la vida marinera de la región. La parte alta del concejo, con el Valle de Obanza y la Cascada de Cioyo, añade un toque de majestuosidad a este paisaje ya impresionante. Castropol, con su combinación única de historia, arquitectura, y belleza natural, es un destino que cautiva y enamora a quienes tienen el placer de visitarlo.