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Avilés es una joya escondida en la costa asturiana, donde el pasado y el presente se entrelazan en cada rincón. Lo que hace que esta ciudad sea verdaderamente especial es cómo todo parece estar al alcance de la mano. La peatonalización de su casco urbano, llevada a cabo a finales del siglo pasado, ha convertido sus calles en un escenario perfecto para caminar y descubrir la historia en cada paso.
Comienza tu paseo en las calles que alguna vez conformaron la ciudad amurallada. Aquí, cada piedra parece contar una historia, y al recorrer la Calle La Ferrería, es fácil imaginarse la vida en el Avilés medieval. Esta calle, que era la arteria principal de la villa amurallada, alberga algunos de los tesoros más antiguos de la ciudad, como la iglesia de los Padres Franciscanos, el Palacio de Valdecarzana y la capilla de los Alas. Sus soportales, aunque estrechos, han sido testigos de siglos de historia, protegiendo a los transeúntes de la lluvia que es tan común en estas tierras.
La Ferrería no es solo una calle, es un viaje en el tiempo. Al caminar por ella, es fácil imaginar a los herreros trabajando en sus fraguas, dando vida al nombre de la calle. Desde la puerta del mar hasta la puerta del Alcázar, esta calle cruzaba la villa de lado a lado, conectando el puerto, que hasta el siglo XIX estuvo en la confluencia con la Calle La Muralla, con la salida hacia Oviedo. Hoy en día, La Ferrería sigue siendo un testimonio vivo de la rica historia de Avilés.
A medida que avanzas, llegas a la Calle La Fruta, una de las arterias más importantes y concurridas de la ciudad. Esta calle, que alguna vez fue dos: Cimadevilla y la calle Oscura, ha sido testigo de incendios devastadores que destruyeron gran parte de sus edificios en los siglos XV y XVII. Sin embargo, como un ave fénix, La Fruta resurgió de sus cenizas, ganando en amplitud y convirtiéndose en el corazón comercial y hostelero de Avilés que es hoy. El nombre de la calle se debe a los vendedores de frutas y verduras que una vez ocuparon sus aceras, y aún hoy, su bullicio y energía son palpables.
La Calle El Sol, aunque más corta, no es menos significativa. Esta calle, que originalmente se conocía como Calle de Azogue, fue un importante punto de encuentro para los mercados medievales de Avilés. A pesar de su pequeño tamaño, El Sol ha jugado un papel crucial en la vida de la ciudad, conectando las dos arterias principales, La Ferrería y La Fruta. Cada paso por esta calle es un recordatorio de los antiguos mercados donde el pescado fresco era el rey.
Siguiendo la historia, la Calle San Bernardo nos transporta a otra época, donde las murallas de Avilés protegían a sus ciudadanos. Esta calle, que corría paralela a la muralla, conectaba el camino real procedente de Grado con el puente hacia Gozón. Su nombre actual se debe a la llegada de las monjas Bernardas en el siglo XVI, quienes construyeron un convento que, aunque ya no existe, dejó una huella imborrable en la historia de la ciudad.
Pero Avilés no es solo historia. Es una ciudad viva, dinámica y en constante evolución, que ha sabido adaptarse a los tiempos modernos sin perder su esencia ni su carácter único. La Calle Rivero es un ejemplo perfecto de esta dualidad que define a la ciudad. En sus inicios, Rivero fue un simple camino de tránsito, un corredor vital por el que los productos llegaban al muelle desde Oviedo y viceversa. Este camino era esencial para el comercio y la economía de Avilés en épocas pasadas, cuando la ciudad comenzaba a expandirse y desarrollarse más allá de sus murallas originales.
Con el paso del tiempo, Rivero dejó de ser solo una vía de tránsito y comenzó a transformarse en una de las arterias más importantes y emblemáticas de Avilés. Hoy en día, esta calle es un claro reflejo de la rica historia de la ciudad, pero también de su capacidad para reinventarse y abrazar la modernidad. Los soportales característicos que bordean la calle, con sus arcos de piedra y balcones adornados, evocan la arquitectura tradicional asturiana y ofrecen una conexión tangible con el pasado.
Uno de los puntos más destacados de la Calle Rivero es la fuente de los caños de Rivero, un monumento que ha sido testigo de la vida cotidiana de los avilesinos durante siglos. Esta fuente, que aún hoy sigue en funcionamiento, era en otros tiempos un lugar de encuentro, donde los vecinos se reunían para recoger agua y compartir las noticias del día. La iglesia de San Pedro, que se alza majestuosamente en un extremo de la calle, añade una dimensión espiritual e histórica a Rivero. Este templo, con su fachada sobria y su campanario que se eleva hacia el cielo, es un recordatorio de la profunda religiosidad que ha marcado la vida de la ciudad desde tiempos inmemoriales.
Además de su valor histórico, Rivero es también una calle vibrante y llena de vida, donde lo antiguo y lo moderno conviven en armonía. A lo largo de sus aceras, se encuentran tiendas tradicionales que han resistido el paso del tiempo, junto a boutiques modernas y cafeterías de estilo contemporáneo. Este contraste crea una atmósfera única, donde es posible disfrutar de un café mientras se contempla la arquitectura histórica que rodea la calle.
Uno de los mayores tesoros de Avilés se encuentra al final de la Calle Rivero: el Parque de Ferrera. Este gran pulmón verde de la ciudad es un oasis de tranquilidad en medio del bullicio urbano, un lugar donde los avilesinos y visitantes pueden escapar del ajetreo de la vida diaria y disfrutar de la naturaleza. El parque, con sus amplias praderas, senderos arbolados y estanques, es ideal para pasear, hacer deporte o simplemente relajarse bajo la sombra de sus árboles centenarios. Antiguamente, este espacio formaba parte de los jardines del Palacio de Ferrera, una majestuosa residencia noble que hoy alberga un lujoso hotel, y sigue siendo un símbolo del esplendor de épocas pasadas.
El Parque de Ferrera no solo es un lugar de recreo, sino también un espacio donde se celebran numerosos eventos culturales y festivos a lo largo del año, lo que lo convierte en un punto de encuentro para la comunidad local. Su diseño, que ha sabido respetar la estructura original del jardín barroco, se complementa con áreas más modernas, creando un equilibrio perfecto entre la naturaleza y la urbanización.
Rivero, con su mezcla de tradición y modernidad, encapsula el espíritu de Avilés. Es un lugar donde la historia se encuentra con el presente, y donde cada esquina cuenta una historia que merece ser descubierta. Ya sea por sus soportales llenos de historia, por la serenidad del Parque de Ferrera, o por la vibrante vida comercial que late en sus aceras, la Calle Rivero es un reflejo fiel de una ciudad que ha sabido mantenerse fiel a sus raíces mientras abraza el futuro con entusiasmo y creatividad.
Finalmente, llegamos a la Calle Galiana, un símbolo del esplendor indiano de Avilés. Esta calle, que se desarrolló a medida que la ciudad crecía hacia el sur, es un lugar donde la historia se mezcla con el ambiente social. Con sus 250 metros de soportales, Galiana es el lugar perfecto para disfrutar de una terraza durante el día o de una copa por la noche. Su suelo, dividido en una parte empedrada para los animales y otra lisa para las personas, es un testimonio de la vida cotidiana en el Avilés del siglo XVII.
Avilés es una ciudad que sorprende en cada esquina. Sus calles, llenas de historia, son un recordatorio constante de su pasado glorioso, pero también de su capacidad para adaptarse y prosperar en el presente. Aquí, cada paseo es un viaje en el tiempo, una oportunidad para descubrir los tesoros escondidos de una ciudad que ha sabido preservar su esencia a lo largo de los siglos.